martes, 27 de mayo de 2014

Morir en tu veneno...



Cierro los ojos y te imagino frente a mí. Sonriendo. Con esas ganas locas que tienes de abrazarme y mis ganas locas de perderme entre tus brazos. Y de mis labios se escapa una sonrisa. Sincera y limpia. Como lo que siento contigo y por ti. 

Si pudiera pedir un deseo sería estar siempre a tu lado. O si no siempre, porque los “siempres” no duran eternamente, estar mientras nos hagamos felices. La verdad es que empleamos la palabra “felicidad” o “ser felices” demasiado a la ligera. Yo no creo que exista la felicidad completa, solo creo que existen los momentos felices y quizás eso venga acompañado de personas. Tú estás haciendo de mis últimos días, de estos escasos dos meses que te conozco, días llenos de momentos felices y con ello soy feliz. Creo que no te haces una idea de ello o sí, te la haces, porque te pasa lo mismo, lo sé, aunque el miedo te pueda.

Que a veces nos complicamos la vida tontamente, pensando demasiado y haciendo caso a esos miedos e inseguridades, que nos bloquean y nos paralizan. Cuando tiene que ser al contrario, tiene que ser el miedo el que nos empuje. ¿Te acuerdas que te conté que el miedo es bueno? ¿Que es el miedo el que nos impide saltar por una ventana o hacer cosas que sabemos que nos va a ser perjudicial? Pero… esto, esto no es miedo, ¿qué es? No lo sé, será el freno de emergencia, pero cuando tanto tú como yo seguimos tentando a la suerte de estar juntas (de una forma u otra) es porque nuestro cuerpo, nuestra mente, nuestro corazón, sabe que no hay peligro ninguno.

Solo quiero tenderte la mano y que te agarres a ella. Sin que sientas miedo, porque no voy a soltarte. Que si tienes que caer, caeremos las dos. Que no sé dónde nos llevará este camino que hemos empezado a andar, pero sé que quiero recorrerlo contigo. Que si no morimos en nuestro veneno, viviremos dándole sorbitos al antídoto, porque sé que tenemos ganas de probarlo, tenemos ganas de morir la una en la otra. 

Pero si, por el contrario, nos quedamos a mitad... seguiré a tu lado. En el mismo camino que tú. Vigilándote de cerca, sin perder detalle, procurando saber que eres feliz. Porque tu felicidad es la mía, porque si tú ríes… yo río, porque si tú lloras… yo lloro. Que el camino está bien señalizado y que no nos vamos a perder. Eso te lo prometo yo y nunca prometo nada que no pueda cumplir, qls (que lo sepas).

A veces las palabras se me quedan cortas, lo sabes. Prefiero que los hechos, mis hechos, te demuestren lo importante y especial que ya eres para mí.